La lata de la suerte

 Oliverio le adjudica la nevada a su lata de la suerte.

Y no voy a ser yo quien le lleve la contraria en esta teoría.

Hace unos días el Loro les trajo de regalo una lata de Coca Cola a cada uno.
Ustedes dirán, bue, llamar regalo a una lata de Coca Cola es un poco mucho.
Tal vez lo sea, pero si mis hijos lo festejan y lo agradecen como si fuera un regalo espectacular, para mi es un regalo espectacular.

Lo mismo pasa cuando reciben una caja de golosinas, diez plastilinas, un frasco de Nutella o una caja de Rasti de miles de pesos.
Son así.
Agradecidos y efusivos.

La cosa es que se tomaron la Coca en el almuerzo con extrema y desmedida alegría.
Terminado el postre, Oliverio decidió lavarla y conservarla con mucho cuidado porque era su lata de la suerte.
Dijo que mientras conservara esa lata, nada malo podría pasarle.
Todo lo contrario, la buena suerte lo iba a acompañar cada día de su vida.
Lo dijo con tanta confianza, con tanta seguridad y certeza, que le dije "Claro" sin dudarlo.

Cuando hoy se levantó y vio que estaba todo nevado, rápidamente recordó su lata.
Se lo dijo a Amadeo y ambos concordaron en que la nieve era fruto de la buena suerte que traía la famosa lata.

En el fondo, creo lo mismo que ellos.
Si creemos que somos afortunados, somos afortunados.

Virgilio nos ha dicho que "Pueden los que creen que pueden" y nadie le ha dicho lo contrario.
O si.
Pero sería otro tema.

Somos afortunados los que creemos que somos afortunados.



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